El Hombre que miraba el Mar
Al buen espectador…
Tamara Almazán
“Pero no llores, eh”. Me advirtió un viejo amigo cuando me pidió que fuera a donde él estaba, casi con carácter de urgencia, para ver un video que repetía en la computadora. La escena comenzaba con un dibujo a lápiz que, por el sonido de las olas y el movimiento tenue de unos trazos, situaba en un malecón. A los pocos segundos comenzaba esa voz que se antoja escuchar la mayor parte del tiempo y, de inmediato, aparecía un niño mirando el mar acompañado, a poca distancia, de un hombre mayor.
“Aún resuena en su cabeza el bombardeo(…)” y tras los ojos del pequeño vigía se transparentaba una ciudad siendo destruida
, mientras que el cielo era cubierto por el vuelo de un basilisco, ser mitológico al que se le atribuía la propiedad de matar con la vista. Poco después: “Su mirada queda oculta pero veo / lo que ven sus ojos porque yo soy él” se escucha y volteo a ver a Fernando, mi amigo, quien me mira con una expresión que dice: “te lo advertí”.Lo que seguía era poesía pura, visual y auditiva, en la que cada palabra e imagen eran manecillas encajadas en el pecho: y es que venía el tiempo; futuro irreversible, un deseo imposible de cumplir que significa ya no hablar con nosotros del pasado, sino la imposibilidad de regresar. Para Aute, el basilisco es el monstruo interior que vamos construyendo y que nos obliga a cambiar, para sobrevivir como adultos, dejando atrás al niño que fuimos alguna vez: “No es sentir nostalgia del niño, sino de intentar conservarlo en un mundo que te obliga a ser un hijo de puta para poder sobrevivir”, afirmó en una entrevista del 2012.
La pieza continúa mientras pienso en el niño del video, pero también en mi yo de niña. Recién entraba el 2013 y “El niño que miraba el mar”, tema que da nombre a un disco de doce canciones, tenía poco de haber sido estrenado.
Aquel niño retratado era nada menos que Luis Eduardo Aute, artista polifacético destacado en cada una de sus pasiones: cine, música, dibujo y pintura, fácilmente apreciables en la producción a la que me he referido anteriormente. Hijo de padre catalán y madre filipina de ascendencia española, nació en Manila, capital de Filipinas, en 1943.
Su trayectoria como cantautor, posiblemente por la que muchos lo conocimos, comenzó desde 1968, aunque con algunas pausas por su inclinación por la pintura y el cine, continuó con una prolífica carrera musical hasta la fecha, visitando nuestro país en múltiples ocasiones. Al respecto, no pocas veces expresó su estimación: “Creo que si la imaginación existe, entonces ese lugar es México. Ese país me ha dado calor, amor, casa, amistad y sobre todo mucha imaginación”
. En diciembre pasado dio su último concierto en la Ciudad de México con el que inauguraba “La Gira Luna”, una serie de presentaciones que buscaba celebrar sus cinco décadas en la música.Como pintor, su primera habilidad descubierta, debutó con una exhibición individual a los dieciséis años y, a la par, inició con sus primeras colaboraciones cinematográficas, teniendo en su haber cortometrajes y largometrajes como actor, guionista y director, siendo “El niño y el basilisco” su penúltimo proyecto
, un cortometraje de dibujos en animación, con trazos de su autoría, que acompaña al álbum en cuestión.Hace unos días, se hizo público que Luis Eduardo Aute se encuentra en coma, luego de haber sufrido un infarto el pasado 8 de agosto. Pero hablar de un sueño profundo sin conciencia, cuando se trata de él, sería poco creíble… debe estar soñando con basiliscos que no tarda en derrotar.