Enreversado
Cómo escribir una Carta de Amores
Poco antes del catorce de febrero,
me dijo por el chat un caballero:
enséñame a escribir cartas de amores
sin que deba pasar muchos dolores”.
Me convenció, pues, este lisonjero
de abordar la materia de las flores.
Amigo, las mujeres aman la belleza
porque son de la misma manantial.
Y sin querer le puse un verso en la cabeza:
dijo a su amor “eres la fuente de mi mal”.
Yo le dije “hay varias formas
de aludir a los dones de tu dama:
que si cuando ella sonríe
los astros hacen corte a tanto brillo”.
Y él le puso: “farolillo,
si te apagas, se me caen los planetas”.
Yo le dije “ok, mira; no hay recetas,
pero ensaya no ser tan obvio, amigo.
Busca la expresión recóndita,
de inusual belleza abrigo”.
Él abrió el diccionario y luego tecleó con presteza:
“tus ósculos gedeónicos forigan mi dehesa”.
“¡No, –dije– no!
Que no sea todo letra muerta,
recuerda que la lengua canta
antes de estar por letras encubierta”.
Él hizo una cuarteta que rimó:
“Yo soy un Re
bien sostenido
dentro del nido
de tu corsé”.
Harto de ver que a mi amigo, en la poesía,
de las sílabas no le salen ni las sumas,
iba a desconectarme cuando él escribía:
“Por ti la mar ensaya olas y espumas,
y el iris, sobre el monte, otros colores”.
– ¡Eso, eso es lo que buscamos, loores!
Mas respondió, junto a una cara de enfado:
“>:( Eso lo escribió Antonio Machado”.
Estuardo H. Rendón