Indigenismo en resistencia: Los pueblos nunca conquistados
De entre el bullicio, utopías
Zuri Grace Bretón
Este lunes se cumplieron 528 años de la llegada de la embarcación de Cristóbal Colón a América y como sucede con mayor fuerza cada año, estas fechas dan pie a interesantes debates sobre replantearnos nuestra identidad mestiza, la herencia colonial y el lugar que se les ha dado a los conquistadores en la historia.
Respecto al tema hay diversas posturas, aunque tal vez la que ha levantado más pasiones, entre críticas y apoyo, es la del presidente López Obrador que aprovechó la efeméride para reiterar su deseo de recibir una disculpa formal de parte de la corona española por los abusos cometidos durante la época de la Nueva España.
Claro que por lo controversial que resultó dicha declaración en su momento, aunado a lo mediático que es nuestro mandatario, esa ha sido la nota que más reflectores captó, sin embargo, dista mucho de ser la opinión más relevante en esta discusión. En el marco del mal llamado “Descubrimiento” de América, valdría mucho más la pena escuchar con especial interés una voz: La de los pueblos indígenas.
Esos que son el sujeto de discusión, pero generalmente son mencionados como líneas en libros de historia antigua y no como lo que son, culturas y comunidades vivas y en pie de lucha. Por supuesto, que ellos no están pasivos y a la espera de que se busque su inclusión en foros. Tienen su propia y potente voz y han encontrado los medios para hacerse oír.
El pasado 5 de octubre el EZLN, emitió a través de su Enlace Zapatista un nuevo comunicado bajo el título ‘Una Montaña en Alta Mar’. En el mismo, los pueblos originarios de raíz maya y zapatistas, como ellos se autodenominan, con su característico discurso coloquial, emiten una dura crítica a la clase política nacional e internacional.
Este conmovedor texto posee una claridad rara vez encontrada al tocar temas tan complejos. Se dirige sin medias tintas a “las personas honestas que resisten en todos los rincones del planeta”, llamándoles a continuar ahora más que nunca la lucha social por defender la vida.
El Subcomandante Insurgente Moisés, quien firma el comunicado a nombre de las comunidades zapatistas, es tajante con sus posicionamientos sobre diversos temas coyunturales en los que de manera elocuente demuestra un pensamiento verdaderamente progresista (haciendo uso por cierto de lenguaje inclusivo). Se aborda desde la emergencia climática hasta la crisis de feminicidios y violencia de género. Hace una denuncia de la mala gestión de la pandemia en varios países donde se prioriza el regreso al consumismo y critica las tendencias políticas de híper-nacionalismo, las simulaciones de democracia y la pasividad de los organismos internacionales que “languidecen y se convierten en meros nombres, como piezas de museo”.
Pero, quizá el tema central y la razón principal de emitir esta declaración sea el anuncio de que en 2021 será creada una comisión, conformada en su mayoría por mujeres (en total congruencia con su postura feminista), para viajar por primera vez fuera del país. “Saldremos a recorrer el mundo… buscando no la diferencia, no la superioridad, no la afrenta, mucho menos el perdón y la lástima. Iremos a encontrar lo que nos hace iguales.”
Anuncian que dentro de sus muchas paradas, en su itinerario se contempla llegar a Madrid el 13 de agosto de 2021, “No para amenazar, reprochar, insultar o exigir, sino para decirle al pueblo de España dos cosas sencillas. Uno: Que no nos conquistaron. Que seguimos en resistencia y rebeldía. Dos: Que no tienen por qué pedir que les perdonemos nada. Ya basta de jugar con el pasado lejano para justificar, con demagogia e hipocresía, los crímenes actuales y en curso… los genocidios escondidos detrás de megaproyectos.” Concluyen esta grave acusación de manera contundente; “No nos haremos eco de los farsantes que se montan sobre nuestra sangre y así esconden que tienen las manos manchadas de ella.”
Y sí, quizá, como es característico de ellos, los Zapatistas son frontales y severos en sus acusaciones, pero no son los únicos pueblos indígenas que en últimos días han denunciado que el gobierno mexicano sostiene un discurso que no es congruente con sus acciones. Este miércoles 14 de octubre, la unión de pueblos y comunidades indígenas ALDEA (Alianza por la Libre Determinación y Autonomía), exigió a las autoridades que pasen “de las palabras a la acción” y aprueben la reforma constitucional que les fue prometida, bajo la cual dejarán de ser considerados como entidades de interés público gestionados por el estado y serán reconocidos como sujetos de derecho con autonomía sobre sus territorios.
Pues, mientras no les sea otorgada dicha facultad, continúa la criminalización de sus sistemas de autogestión gubernamental. El vocero del Concejo Ciudadano Indígena Nahuatzen, Efraín Avilés, denuncia que a pesar de que la ONU (una de esas mencionadas organizaciones de ornamenta), reconoce los derechos de los pueblos indígenas, tres defensores de su población fueron encarcelados por el gobierno de Michoacán en 2017 bajo supuestas fabricaciones de delitos como robo de vehículos y sabotaje.
En ese contexto de abusos es que se da la explotación de sus territorios y recursos naturales con la imposición de permisos y concesiones, en su mayoría a inversionistas privados, bajo la bandera del progreso y la modernidad, pero sin el consentimiento de los pueblos que ahí habitan.
Sería entonces justo replantear el enfoque de la crítica a las exigencias de disculpas por los agravios de la conquista que hace AMLO a España. No es lamentable porque resulte ridículo hacerlo después de tantos siglos transcurridos, como muchos lo mencionaban, sino por lo incongruente que es viniendo de un estado que a la fecha continúa ignorando y explotando a sus pueblos originarios.
No habrá espacio para la redención mientras la omisión permanezca. El retribuir a las comunidades indígenas lo que les fue (y continua siendo) saqueado y abusado, va mucho más allá del espectáculo mediático; de usar guayaberas, guirnaldas de flores y quitar (o no) las estatuas de los conquistadores.
Y así, mientras las naciones más poderosas del mundo siguen con su tendencia de proteccionismo y políticas anti migratorias, los zapatistas, resisten desde las montañas del sureste mexicano y en un nuevo acto de rebeldía deciden expandir sus horizontes y salir al mundo para demostrar que “si los de arriba rompen los puentes y cierran las fronteras, queda navegar ríos y mares para encontrarnos. Que la cura, si es que la hay, es mundial, y tiene el color de la tierra.”