De entre el bullicio, utopías

Zuri Grace Bretón

Qué curioso el comportamiento de los mexicanos. Pareciera que, contrario a lo que dicta el sentido común, la relación entre el riesgo de contagio y las precauciones de la población frente al virus es inversamente proporcional. Poco queda de aquellos que ante la noticia del primer caso positivo de COVID-19 en el país abarrotaban los supermercados para hacerse de las provisiones necesarias (kilos de rollos de papel higiénico y desinfectante Lysol) y así poder encerrarse indefinidamente en sus casas.

Si bien, es cierto que no es responsabilidad directa del subsecretario de salud Hugo López-Gatell, se debe reconocer y señalar que la gestión de las autoridades tanto federales como locales ha cedido bastante y relajado (quizá más de lo debido) las medidas sanitarias por la premura de la reapertura económica. Misma que se muestra como necesaria si tomamos en cuenta la reciente caída histórica de 17.3% del PIB, es decir, estamos ante un verdadero dilema.

Nueva Normalidad

Y es que, mucho se dice (con razón) que es responsabilidad de la población tener prudencia y continuar con el aislamiento voluntario y cuando se deba, salir de manera responsable (cubrebocas y sana distancia). Claro que los spots oficiales y las páginas de gobierno siguen urgiendo a la gente a mantener la cuarentena, pero, ¿se puede hablar de una buena comunicación social cuando el mensaje no tiene efectividad?, ¿por qué es que una gran parte de la ciudadanía no toma en serio estas indicaciones? Seguramente la respuesta es bastante más compleja que un simple “es que así es la gente de inconsciente”.

Habría que empezar por analizar las señales mezcladas entre el decir y el actuar de nuestras autoridades. Recién lanzado el sistema de semáforos y estando aun en rojo en todo el país, el presidente hace primero una gira nacional y luego una internacional, en las que en escasas ocasiones porta mascarilla alguna, igualmente está exento de usarla al acudir a eventos en la CDMX organizados por Claudia Sheinbaum, a pesar de que la norma impuesta por su gobierno hace obligatorio el uso de cubrebocas en todo espacio público. Si nuestro mandatario se ha colocado antes a sí mismo como estandarte de honestidad, no haría nada de daño que también lo hiciese ahora como ejemplo de responsabilidad cívica.

Foto: Pexels

Resulta igualmente contradictorio que en la Zona del Valle de México y otros varios estados se permita la reapertura de tiendas departamentales con atractivas rebajas, los restaurantes ya puedan recibir a los comensales (con supuesta capacidad reducida) y el pasado fin de semana se autorizara las iglesias a ofrecer misas presenciales, siendo que el mismo 2 de agosto se registró un nuevo récord de contagios: 9,556 en 24 horas.

A lo anterior se le debe sumar el virus de la desinformación y la propagación de bulos al estilo de “las cifras de muertes están infladas” o “usar cubrebocas hace que respiremos nuestros propios gases venenosos”. Este tipo de fake news o malas interpretaciones, son procesadas y compartidas por miles y sirven para respaldar la irresponsabilidad y rebeldía colectiva contra el “gobierno mentiroso”.

Humor, Viñeta, Frases

No olvidemos que gracias a una cadena de WhatsApp que infundía miedo por los termómetros láser que “mataban neuronas y causaban cáncer”, los centros comerciales cambiaron su protocolo para evitar conflictos con los clientes, sin tomar en cuenta que los brazos y manos no tienen la misma temperatura que el resto del cuerpo y se pueden obtener lecturas arriesgadas. Tal es el poder de la desinformación.

Aún con esto, no podemos eximir a la población de sus acciones y se debe reconocer que, gran parte del problema es cultural, tendemos a subestimar la gravedad de las situaciones pasado un breve tiempo y justificarlo con el hartazgo del encierro.

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¿A qué vacuna imaginaria o placebo, tuvieron acceso los miles de alegres vacacionistas que la noche del pasado domingo saturaron la caseta de ingreso a la CDMX después de pasar un agradable fin de semana en Cuernavaca?

Por ello, aunque es evidente que la gestión federal no ha sido la mejor, sobre todo en últimas semanas, la solicitud de renuncia en contra del subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, impulsada la semana pasada por diez gobernadores estatales, está fuera de proporción y tiene un evidente sesgo de intereses político al buscar deslindar responsabilidades por la gestión local de la crisis sanitaria (demostrando nuevamente la necesidad de una verdadera oposición, y no la lamentable simulación de una, que tenemos actualmente).

En fin… no es para tomarse a la ligera que somos el tercer país del mundo con más fallecimientos a causa del virus y el sexto en el ranking mundial de casos totales. Pareciera que sufrimos de daltonismo colectivo al observar el color de los semáforos… y tampoco es que se trate del purismo extremo, de no poner un pie fuera de casa por más de cuatro meses. Pero, hay una importante diferencia entre visitar a alguien de nuestro círculo cercano, cuidando la distancia y medidas pertinentes o dar un paseo en un lugar y horario poco concurrido para despejarnos y cuidar la salud mental, a hacer una fiesta para decenas de personas en una casa, hasta con mariachis o ir a subirse a la banana en la playa.

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Con esto en mente, resulta preocupante pensar en el ejemplo internacional. Si aquellos países que verdaderamente habían diezmado la pandemia y ya empezaban a retomar actividades con relativa normalidad, como España, ahora se enfrentan a rebrotes, ¿qué nos espera a nosotros que no hemos logrado ni disminuir de manera significativa la tasa de contagio?

Quizá, sólo nos queda tratar de ser lo más responsables posible desde nuestras trincheras (salir únicamente para lo necesario, evitando a toda costa ser expuestos en redes como #Covidiotas) y aferrarnos a la poco probable, pero bella utopía de que la vacuna contra el SARS-COV-2, pase todas las etapas de prueba y esté disponible en el mercado internacional a un precio accesible para el 2021.

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