Viene en par

Ridículas Casualidades
Manuel Augusto

Just as every cop is a criminal
And all the sinners saints
As heads is tails
Just call me Lucifer
‘Cause I’m in need of some restraint

Sympathy for the Devil  — The Rolling Stones


Un dolor de muelas me hace recordar, no la última visita al dentista, sino el tiempo que ha transcurrido desde entonces, que puedo asegurar no ha sido poco. Tan universal como la Coca-Cola, el dolor de muelas suena tan común como lo es insoportable. Nunca se dimensiona tal fatalidad hasta que se sufre en la primera persona del singular. Luego de un rato el dolor disminuirá hasta que olvide que necesito acudir con el especialista.

Lo anterior sucederá nuevamente en un mes, dos como máximo. Recordaré otra vez el tiempo transcurrido desde la última vez y pensaré en programar una cita. El tedio, la rutina y la ausencia de dolor terminarán por aniquilar la idea incesantemente.

Ese dolor me hace pensar que el cuerpo humano es sorprendente, maravilloso. El cerebro activa una señal de dolor que se hace presente y casi insoportable en el área que necesita atención. Pulsos eléctricos recorriendo el sistema nervioso para hacerme saber que hay algo mal en mí y que además tengo que hacer algo al respecto, no solamente para mitigar el dolor, sino para reparar eso que está dañado y no funciona como debería.

Pero pasan las horas y el mismo dolor de muelas me hace pensar también que el cuerpo es capaz de resistir o suprimir el dolor físico, más que por otras razones, porque la mente así lo precisa. A veces, cuando pospongo (nuevamente) la visita al dentista el dolor cesa. ¿Es mi cuerpo perdiendo esperanza, sintiéndose derrotado?, ¿o simplemente trabaja obedeciendo a la mente?

Imagen via Good Free Photos

Creo que todo podría terminar haciendo la maldita cita. Incluso lo imagino todo rayando en lo ridículo. Sería como si el sol saliera después de una noche que parecía interminable, y con él, la vastedad de colores y olores en flores como si fuera el inicio de la primavera; música alegre haría bailar a cualquier transeúnte al estilo Hair y la Era de Acuario. Triunfante sobre mí, sería el comienzo de una nueva vida, sin dolor, sin guerras pueriles ni procrastinación. Let the sun shine in.

También pienso que ese dolor me resulta necesario. Suena ilógico, lo sé. A quién le gusta sufrir gratis. ¡Por dios! A nadie, eso me incluye. Finalmente, en todos lados se oye esa vocecita que dice que venimos a este mundo (y otros) a ser felices. Felicidad como fin supremo, último. Pero ¿no necesitamos un poco de oscuridad para diferenciarla de la luz?, ¿también algo de dolor para saborear el placer? La felicidad sin algo de tristeza que salpimiente es un mero estado de reposo, en todo caso vano. Tratando de evadir malinterpretaciones, vale mencionar que no creo que la vida se trate de sufrir todo el tempo; tampoco que a más dolor, más y mejor se saborea la felicidad. No. Pero también es cierto que desde el fondo del fango emergen flores, para algunos, las más hermosas.

El otro resultado, luego de una cita con el dentista, también es posible. Imagino un dolor semejante o, peor aún, sentir el vacío que deja la ausencia del dolor pero sin alivio ni felicidad. De vuelta al comienzo. Sin colores destellantes ni música para bailar, más al estilo de Apocalypse Now y The End.

De dualidades y claroscuros está formada la vida: morir, nacer; negro, blanco; bien, mal; felicidad, tristeza; ignorancia, sabiduría; hablar, callar; frío, calor; norte, sur; día, noche; amar, odiar. La vida en un espiral que se repite sobre sí mismo: “La vida no es lo opuesto a la muerte. La muerte es lo opuesto a nacer. La vida es eterna”.

Alguien alguna vez me dijo que dolores así, como de una muela, una mano o espalda, son necesarios para entender algo, encontrar alguna enseñanza o significado oculto en la cotidianidad rampante; que había que coexistir con ello, tomarse un tiempo para vivirlo, sufrirlo, analizarlo y dejarlo ir, eso haría que el dolor desaparezca.

¿Se puede avanzar sin haber retrocedido alguna vez?, ¿amar sin haber sufrido de amor?, ¿o hablar sin haber escuchado? Parece que después de todo este dolor de muelas me hace sentir vivió. También me recuerda que sin Bowser, Mario sería un fontanero más. Por otro lado, quizá es tiempo de terminar este dolor para darle paso a uno nuevo, uno que me reafirme que todo viene en par. Al fin, tanto lo malo como lo bueno, todo, es impermanente. Todo ha de pasar.

 




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