El horizonte artístico de los videojuegos
as manifestaciones a considerarse artísticas siempre han pertenecido a un grupo sujeto a constantes modificaciones correspondientes a la propia evolución cultural. Sucedió con la fotografía, que por sus características alquímicas e instantáneas, fue excluida del círculo artístico, hasta que, paulatinamente consiguió su etiqueta. Asímismo le sucedió al cine, e inclusive, hubo quienes rechazaron la escritura como algo útil, ya no digamos, artístico; Sócrates fue uno de ellos.
Por otro lado se encuentra el desarrollo tecnológico, el cual está ligado intrínsecamente al arte desde el momento en que propone parámetros conceptuales, pero también, en el establecimiento de las herramientas para la creación y modificación de las técnicas. Naturalmente, la tecnología abarca un amplio panorama, al que pertenece el entretenimiento virtual: los videojuegos. Es fácil reconocer la evolución que ha tenido el mundo de los juegos desde los clásicos Pong y Space Invaders, hasta la posibilidad de multijugador vía internet, con gráficos y argumentos cada vez más complejos, aunque, con ello, crece el estigma que cargan por la enajenación que provocan, un tema que deberá ampliarse en otra ocasión.
No cabe duda que su popularidad es imparable, lo que hace inminente la proposición de nuevas y mejores prácticas para conseguir un producto que atrape e involucre al jugador con el mundo virtual. El videojuego propone una atmósfera, un argumento, e incluso varias secuencias de corte cinematográfico, cada vez más avanzadas. Esto ha obligado a las compañías a indagar en ámbitos externos a la programación y diseño tridimensional; se trata de darle sentido a todo lo que esté en pantalla, y qué mejor forma de contar una historia de manera visual que a través del cine, de ahí que a este entramado se estén uniendo distintos cineastas.
Posiblemente el caso de mayor resonancia sea el de Steven Spielberg, cuya amplia filmografía incluye títulos como Jurassic Park, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo y Rescatando al Soldado Ryan. Esta última es la que más atañe a nuestro tema, pues, a partir de ella, Spielberg ha trabajado en el argumento de Medal of Honor, juego en el que, durante distintos capítulos, el jugador toma parte de la Segunda Guerra Mundial. Quienes lo hayan jugado, notarán que la atmósfera revive casi por completo la experiencia de Rescatando al Soldado Ryan.

The Swapper | Via: Wikimedia Commons
Quizás por sus características, es difícil remover la marca de interés comercial del caso anterior, sin embargo, entrando a un ámbito más de culto, encontramos a Clive Barker, considerado uno de los maestros del horror contemporáneo, tanto en la literatura como en la cinematografía, y cuyo legado incluye películas como Hellraiser y Candyman. Actualmente, su interés se ha enfocado en contar historias que puedan ser experimentadas de forma más intuitiva y vivencial al espectador, de ahí su participación en la creación de videojuegos, por ejemplo: Jericho y Undying.
Aunque suena sencillo decir que el Arte y el Entretenimiento van de la mano, sucede una separación muy fuerte, que indudablemente desata disputa. Posiblemente tenga que ver con su forma de distribución masiva, de la que prosiguen inmensas ganancias económicas. Lo cierto es que las herramientas que dan fundamento a dichos juegos, no difieren mucho de los cimientos de una película, ambos tienen un guión, diseño de personajes, iluminación, edición y movimientos de cámara. Y como hay de películas a películas, también hay de juegos a juegos, sin embargo, el punto a considerar es que, tanto la idea de la manifestación de emociones, como primer motor artístico, así como la creación de universos, son fundamentos de los que fácilmente podrían participar gran cantidad de videojuegos.
Desde cierta perspectiva, el juego reúne todas las características del arte como creación y entretenimiento, por lo que es muy probable que pronto se lleve a cabo la discusión definitiva para decidir si el videojuego puede, o no, considerarse parte de las manifestaciones artísticas. Un debate que, desde mi punto de vista, ya tiene respuesta.